El abrazo significa la más íntima expresión del amor humano. Todo momento emocionante de nuestra vida aparece unido a este movimiento corporal. Hay el abrazo que manifiesta el amor, el protocolario o académico o el de la reconciliación.
Al estrechar a una persona expresamos un particular grado afectivo. Abrir los brazos es la actitud refleja de un movimiento espiritual, lleno de cordialidad y acogimiento.
También el abrazo es el símbolo de nuestro propio sacrificio.En todo abrazo hay un cierto grado de renunciamiento de algo nuestro en obsequio del abrazado. Cuando estrechamos a una persona agobiada por la desgracia, compartimos con ella su propio dolor. Siempre con tal movimiento corporal daremos o recibiremos algo. Y aunque es fácil reparar en este sencillo gesto corporal y deducir el grado de afectividad que del mismo emana, aún hay numerosas personas que no llegan a advertirlo al presenciar cada madrugada única e incomparable del Viernes Santo a Nuestro Padre Jesús Nazareno que porta la cruz al revés en su caminar silente por las calles sevillanas. Porque, antes o después, un breve susurro irrumpirá en la noche, cortando como saeta al viento, la multitudinaria mudez contemplativa del pueblo que observa a Cristo y, alguien preguntará el porqué de que esa efigie y, a su imitación, el nutrido cortejo de enlutados nazarenos, llevan en sus hombros la cruz al revés. La respuesta, como sabéis, es sencilla: el Cristo de los Nazarenos de Sevilla se nos muestra en el momento en que amorosamente abraza la cruz que ha de servirle de ostensorio de su cuerpo desnudo y martirizado, que ha de mancharse de su propio sudor
y de su propia sangre. Es el momento clave de la Pasión, en que se ha perdido toda rectificación de la más tremenda injusticia; en otras palabras, es la expresión plástica del momento en que el Hijo del Todopoderoso asume el signo de la relación del hombre: “ Y se abrazó a la Cruz y la besó”.aunque el Nazareno de San Antón Abad sigue siendo el Cristo incomprendido de Sevilla, no por ello ha dejado de ser uno de los Nazarenos que han suscitado una mayor devoción. Así lo confirman las apreciaciones de los cronistas e historiadores antiguos de la Ciudad, tales como Ortiz de Zúñiga, el abad Gordillo o Montero de Espinosa. Sobre la devota imagen titular de la Archicofradía sevillana se cuenta una sencilla leyenda transmitida oralmente, en la que se nos narra el que hubo una ocasión en que ciertos hermanos de esta cofradía parece que olvidaron el significado que dicha imagen representa y quisieron igualarlo a los demás Nazarenos de la ciudad variándole la posición de la Cruz. Una noche se reunieron en la capilla en la que desde fines del siglo XVI reside, y le colocaron la cruz con el asta inferior hacia delante. Al día siguiente, a primera hora de la mañana, se personaron en la iglesia para observar el efecto y la acogida que provocaba en los fieles que acudían a contemplarlo y, cuál fue su sorpresa, al observar que el Nazareno de modo incomprensible volvía a mostrarse con la Cruz con el travesaño al revés, y se abrazaba al santo madero con un gesto, si cabe, de mayor desosiego y abandono. Uno de aquellos hermanos que, desde entonces, comprendió el verdadero mensaje, que callada y resignadamente, le ofrecía el Redentor, arrepentido de su atrevimiento y de su incomprensión, años después, cuando la fortuna le sonrió en Nueva España, a donde había partido tras aquel suceso, envió al Señor de los nazarenos de Sevilla una hermosa cruz de carey y plata, toda una joya de la orfebrería hispanocolonial, que desde hace varias centurias luce en su recorrido procesional como expresión sublime de su infinito AMOR.
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| Nuestro Padre Jesús Nazareno |


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